«Un ensayo de universidad libre». Contexto y documentación de CEISA / Escuela Crítica de Ciencias Sociales (1965-1970)

Este 2025 se han cumplido sesenta años desde la fundación del Centro de Enseñanza e Investigación, Sociedad Anónima, fundada en 1965 para acoger —de forma autogestionada— una de las primeras escuelas superiores de sociología en España, tras la clausura de los Cursos de Sociología de la Universidad de Madrid y la expulsión de algunos de sus profesores en el contexto de las protestas universitarias.

El contexto sociopolítico en la génesis CEISA (1956-1965)

El 24 de febrero de 1965 una gran manifestación agitó la Universidad de Madrid. Más de 5000 personas tomaron las calles de la capital como colofón a la Semana por la paz y IV Asamblea Libre de Estudiantes, que tuvo lugar entre el 18 y el 22 de febrero. Reclamaban una reforma radical del modelo universitario español. Ante todo, exigían la abolición del Sindicato Español Universitario (SEU): «sindicación libre, fuera del juego estatal, y del movimiento» (Navarrete Lorenzo, 1994).

Desde mediados de la década anterior, las contradicciones internas en el sindicato único —en el que convergieron las esperanzas revolucionarias propias de la «demagogia fascista» y las políticas reaccionarias del régimen, que en la práctica detenían cualquier intento de cambio social (Ruiz Carnicer, 1996)— llevaron a una radicalización de los estudiantes universitarios que alcanzó su momento álgido en las revueltas de 1956.

Como aquella, la movilización estudiantil de 1965 fue duramente reprimida. Implicó múltiples sanciones, la detención de alrededor de un centenar de estudiantes y apartó de la docencia a varios profesores universitarios (Álvarez Cobelas, 1992) acusados de encauzar la protesta de los estudiantes «con fines subversivos más amplios» (BOE, N.º 200, 21 de agosto de 1965).

Por orden gubernamental, el régimen franquista ordenó la expulsión de sus cátedras a José Luis Aranguren, Agustín García Calvo y Enrique Tierno Galván, así como la separación temporal de otros dos catedráticos: Santiago Montero Díaz y Mariano Aguilar Navarro.

Por otro lado, el régimen no tuvo más remedio que asumir la pérdida de credibilidad de su organización sindical. Tratando de apaciguar la tensión política sostenida en la década anterior, eliminó la obligatoriedad para los estudiantes universitarios de encuadrarse en el SEU. El 5 de abril de 1965, por decreto gubernativo (Decreto 818/1965, de 5 de abril), se regulan las asociaciones profesionales de estudiantes (APE). La relativa libertad asociativa vino de la mano de una readecuación del SEU en el papel de “comisariado” de las nuevas APE.

A las puertas del curso 1965-66 un informe de la Dirección General de Seguridad decía: «conviene recordar también que el no haber sido bien recibida la nueva Reglamentación del SEU, convierte el asunto en motivo muy acusado para las fricciones. Y ya han sido detectadas noticias sobre posibilidades de huelga a desarrollar dentro de la primera quincena del próximo octubre» (del Águila, 2021).

En 1967 las APE habían fracasado, mientras seguían fortaleciéndose otras organizaciones clandestinas, nutridas en buena parte por estudiantes de base democrática y revolucionaria (FLP, FUDE, Solidaridad universitaria…). A partir de entonces, las luchas políticas en la universidad (y fuera de ella) continuaron diversificándose, al tiempo que se incrementaba la tensión política. Con la declaración del Estado de Excepción en 1969 se cerraba una época en la dialéctica entre el régimen y la oposición.

A mediados de la década de los sesenta, el sistema universitario español estaba en pleno proceso de expansión, aunque todavía su extensión era muy reducida. Había pasado de una población de estudiantes que rondaba los 60.000 a comienzos de la década de los cincuenta, a los 243.541 con los que comenzaba el curso de 1965. No obstante, se trataba de un modelo radicalmente conservador con un alumnado notablemente masculinizado y donde el porcentaje de hijos de familias de clase trabajadora no alcanzaba el 6 %. La oferta se centralizaba en las grandes ciudades (Madrid y Barcelona) y estaba limitada a carreras tradicionales al servicio de la Administración, la industria y la iglesia, con una presencia muy limitada de los estudios en humanidades o ciencias sociales. La investigación apenas tenía lugar y el aislamiento internacional era notable.

En este contexto surge el Centro de Estudios e Investigación, Sociedad Anónima. CEISA «dio comienzo sus operaciones el 4 de octubre de 1965». En los estatutos depositados en el Registro Mercantil declaraba una finalidad educativa genérica: «constituye el objeto de la Sociedad la promoción y realización de toda clase de actividades intelectuales de educación y formación de la juventud y el establecimiento, explotación y desarrollo de centros e institutos de estudios y enseñanza». En la práctica, el horizonte de la sociedad mercantil fue generar un espacio parainstitucional para experimentar un modelo alternativo de educación superior. Su germen hay que buscarlo tres años antes.

Su germen en los cursos de sociología del Rectorado de la Universidad de Madrid (1962-1965)

En 1962, “una célula clandestina de jóvenes del Partido Comunista” (Ortí, 2012: 268) —Pablo Cantó (secretario del curso), Ricardo Varea y Francisco Betriú— puso en marcha unos cursos de Sociología en el Rectorado de la Universidad de Madrid. Se estructuraron como una especialización de tres años de duración, pionera en la oferta formativa de la disciplina en España. Contaron con profesores destacados como Enrique Tierno Galván, José Luis Aranguren, José Luis Sampedro o Ramón Tamames.

En 1965, continuando con la política del palo y la zanahoria, un doble movimiento de las autoridades franquistas clausuraba los cursos. Decretó la creación de la primera Escuela Oficial de Sociología, que comenzó a funcionar en 1968. Hemos localizado pocos registros su actividad hasta que en 1972 se institucionalizó como la primera facultad de Sociología en el territorio estatal.

Para que esta consolidación de la Sociología como disciplina independiente pudiera ser reconocida, la labor de CEISA fue decisiva: ofreció la primera diplomatura en Sociología en España y reunió en sus aulas a una parte muy significativa de los profesores de sociología tras la muerte del dictador. Es, por ello, un símbolo fundacional de la Sociología en España.

En el catálogo de la Escuela de Ciencias Sociales de CEISA, se refleja de esta forma:

al final del curso 1964-65 una disposición aparecida en el «Boletín Oficial» creaba un Patronato Científico […] y anunciaba el propósito de proceder a una reestructuración de los CURSOS. Sin más datos reales a que atenerse e interrumpida la comunicación con el Rector (el señor Royo Villanueva había fallecido pocos meses antes), los profesores y alumnos de los CURSOS se vieron en la imposibilidad de continuar su actividad en el ámbito de la Universidad oficial, ni siquiera en el modo informal en que venían haciéndolo. El deseo de mantener una enseñanza que tan prometedores resultados había producido en su aún corta existencia y, de modo muy principal, la voluntad de salvaguardar el clima de libertad intelectual en que aquella se había desenvuelto desde el comienzo hicieron ver la necesidad de buscar una institución privada en la que los desaparecidos cursos pudieran integrarse. La creación del Centro de Enseñanza e Investigación en aquellas fechas permitió continuar en un nuevo cuadro institucional la difícil y esperanzadora tarea que se había realizado hasta entonces.

De tal modo, CEISA fue diseñado para acoger aquel «exilio interior»:

Al ser separados de la cátedra, ese profesorado, en su mayoría joven, se solidarizó con nosotros y de ahí, de la aportación financiera de un grupo de personas liberales, en la doble acepción de la palabra, y de la cooperación de otro grupo de catedráticos ilustres, nació CEISA (Aranguren, 1969). 

Guía de la Escuela de Ciencias Sociales de CEISA (1967)


El diseño parainstitucional de CEISA (1965-1968)

Como recordaba en su autobiografía el sociólogo Jesús Ibáñez (1990), la creación de esta escuela privada fue posible gracias a la «capacidad managerial» de José Vidal-Beneyto. Caracterizado por Amando de Miguel como «el más businesslike de los sociólogos y el más sociólogo de los businessmen» (de Miguel, 1973: 57)—, Vidal-Beneyto (2006) planteó la forma mercantil de una Sociedad Anónima como «barrera defensiva frente a la permanente desconfianza y a las frecuentes intervenciones de las fuerzas de control del Estado franquista». 

El segundo curso cristalizó la consolidación de su estatus académico —reconocido por 14 universidades o centros de estudios superiores extranjeros de prestigio, a través de la Association Européenne d’Études Sociales, con sede en Bruselas, promovida por el mismo Vidal-Beneyto para patrocinar al centro, contando con la secretaría general de Raymond Rifflet, de la Universidad Libre de Bruselas— y apoyada por sociólogos de renombre como Edgar Morin, Michel Crozier (Lección inaugural del curso 66-67) o Maurice Duverger (lección inaugural del curso 67-68) o Henri Lefebvre (que intervino en la lección inaugural el 6 de noviembre del 68).

En CEISA se impulsó una transformación educativa orientada a romper la rígida distancia entre profesor y alumno, cuestionando las dinámicas tradicionales de educación-dominación y anticipando, de algún modo, el espíritu crítico y participativo que, a nivel internacional, eclosionó en torno a 1968. Ofreció alternativas que ampliaban el espectro de posibilidades en las especialidades universitarias —como muestra Vidal Beneyto (2007): Ciencia y Humanidades, Urbanismo, Cine y Sociedad…—, con especial relevancia de las ciencias sociales. Frente al elitismo de la universidad franquista, trató de abrir los estudios superiores a un perfil más amplio de la población, incluyendo un programa de becas, aunque, seguramente, no tuvo ocasión de llegar a un perfil de estudiantes muy diferente al de la universidad oficial. Asimismo, se promovió la investigación empírica, destacando el trabajo del Seminario de Urbanismo, coordinado por Mario Gaviria, y su emblemática publicación El Gran San Blas (1968).

Al mismo tiempo, funciona como un centro de clases particulares y preparación de ingreso para las oposiciones al Cuerpo Técnico de la Administración, a través de clases de orientación iniciales, preparación intensiva en las materias de la prueba (Historia, Ciencia Política, Derecho Administrativo, Economía, Hacienda Pública e Idiomas) guiadas por personas que habían superado esas oposiciones, conferencias a cargo de profesores de la Universidad de Madrid y pruebas periódicas (escritas y orales).

Por orden de las autoridades gubernamentales, el centro suspende temporalmente todas sus actividades a comienzos de 1968 (Resolución dictada por la Dirección General de Seguridad del 4 de enero). Según recoge un despacho de la agencia Europa Press: “al parecer, y entre otros motivos, por asistir alumnos no matriculados a algunas conferencias desarrolladas en el centro y por impartir enseñanzas en algunos días festivos, según la Policía. El centro que lleva funcionando unos tres años, cuenta con unos 1600 alumnos y 131 profesores”. Por su parte la agencia Cifra ofrecía otra versión:

“Esferas autorizadas declaran que el centro CEISA fue creado hace poco más de dos años bajo la fórmula jurídica de sociedad anónima, con fines en apariencia exclusivamente culturales, sin que, al constituirse, declarase finalidades de tipo político. Pese a ello, ha desarrollado actividades de proselitismo abiertamente partidistas, lejos de los fines declarados en los estatutos de la sociedad, según informan las citadas esferas” (Servicio de prensa de IG Metal, 1968)

Vidal-Beneyto (2007: 98) recuerda que «esta fue la primera ocasión en la que la policía impidió a una empresa mercantil el normal desarrollo de su objeto social, sin que pudiera alegarse que había cometido o amparado acción criminal o violencia alguna».

Diario Pueblo. 9 de enero de 1968.

La Escuela Crítica de Ciencias Sociales (1968-1970)

Poco tiempo después, tras un cambio de domicilio, renació bajo el nombre de Escuela Crítica de Ciencias Sociales, con el lema de «Ensayo de sociología independiente». En esta segunda fase, que no pudo extenderse más allá del comienzo del año 1970, se profundizó en la autogestión de las enseñanzas (participando a un nivel equivalente en el Claustro estudiantes y profesores) y en la reflexividad colectiva sobre el momento sociológico que se estaba viviendo. En su seno, se acogió gran diversidad ideológica (desde demócratas cristianos, neofalangistas, socialistas, liberales, tecnócratas o marxistas), como encuentro de lo más vivo del pensamiento social y político del momento. Una pluralidad difícil de admitir para el régimen.

Las autoridades franquistas pusieron en cuestión constantemente la naturaleza docente e investigadora del Centro hasta el cese definitivo de la actividad docente, manteniendo un fuerte control y represión desde la Dirección General de Seguridad, que incluyó detenciones de algunos de sus seminaristas en el Estado de Excepción de 1969.

La vida de CEISA está enmarcada entre los dos Estados de Excepción franquistas a nivel nacional (1956 y 1969). Estos marcaron dos fases del Régimen históricamente muy diferentes. En ambos el movimiento estudiantil universitario funcionó como testigo y síntoma de las contradicciones entre el casi inevitable aperturismo modernizador y la reacción en forma de cierre represivo. El de febrero-abril 1956 —el año de entrada de España en la ONU—, el primero desde el final de la guerra y desencadenado por una ambivalente manifestación estudiantil en Madrid, sirvió como momento generacionalmente fundante para el grupo de sociólogos críticos que llegarían a conformar el núcleo duro de la Escuela. El de enero-marzo de 1969, desencadenado tras el «asalto» estudiantil al Rectorado de la Universidad de Barcelona en protesta por la represión de su movimiento, marcó el endurecimiento final de la política del Régimen. Este segundo Estado de Excepción no solo terminaría pocos meses después y de manera definitiva con el experimento CEISA, sino que marca una coyuntura donde la decadencia física del dictador y el aislamiento progresivo de las fracciones más duras de su gobierno se tradujeron en una dura espiral represiva realimentada por la lucha armada.

Un ensayo de universidad libre

El experimento en su conjunto supuso, según valoraba Aranguren en sus Memorias y esperanzas españolas (1969), un verdadero «ensayo de Universidad libre». CEISA fue la punta de lanza de la institucionalización de la sociología en España, supuso el «momento de revelación» en el que empiezan a definirse las principales corrientes que dominarán el campo intelectual de la sociología española (Moreno Pestaña, 2008: 85-86). En palabras de Jesús Ibáñez, fue

«una experiencia fascinante. Allí dialogaron todas las corrientes del pensamiento sociológico. Allí se pusieron las bases de la sociología española. El grupo crítico luchaba en un frente doble: contra el marxismo demasiado rígido (Terrón, Colodrón, Cantó), y contra la investigación clásica (Amando de Miguel). Estábamos embriagados por el espíritu de mayo —en cierto modo nos habíamos adelantado al mayo francés— y soñábamos con la liberación de la palabra (era la consigna de los sesenta) y del grupo (sería la consigna de los setenta).» (Ibáñez, 1990: 19)

El 26 de marzo de 1996 y por iniciativa de la asociación Memoria Democrática, se celebró en el Instituto francés de Madrid una jornada en torno al 30 aniversario de la fundación de CEISA, donde participaron Alfonso Ortí, Pablo Cantó, Tomás Corominas, Mario Gaviria y Antonio Colodrón, junto a gran cantidad de alumnos, profesores y organizadores de la iniciativa (El País, 27 de marzo). En su ponencia, titulada irónicamente «Contra Franco pensábamos mejor», Alfonso Ortí analizaba la trayectoria posterior de los principales protagonistas en la aventura de CEISA y recordaba:

“la creatividad crítica en CEISA, fue básicamente una creatividad oral y por tanto una creatividad intangible (…) como habéis visto, no existe casi documentación, no tenemos ni siquiera quizá, una, una foto colectiva. No hay documentos, no hay producción inmediata, no es el corto plazo lo que nos dominó, el corto plazo era la acción, la conciencia, la transformación constante, y en cambio, pues eso ha tenido para muchos de los presentes incluso una gran importancia en su desarrollo intelectual a largo plazo. Desde ese punto de vista, esa intangibilidad crítica se oponía al actual proceso absoluto de burocratización de la vida actual. Hoy la actual Dirección General de Universidades e Investigación y el propio Consejo Nacional de Rectores, clausurarían de nuevo a CEISA; pero la clausurarían, además, no por razones policíacas, sino por criterios y razones objetivas y absolutamente científicos. Simplemente porque una institución como CEISA carecería de las garantías de competencia intelectual, de competencia académica para que fuese simplemente una institución decente. Hoy en día una institución como CEISA sería una institución indecente, una institución no admisible. No admisible dentro de ese espíritu de competencia que creo que lo único que hace es traducir el principio de la competitividad del capital rentable” (Ortí, 1996).

En estos últimos meses, a partir de los archivos de las familias Ibáñez-Martínez Conde y Ortí, hemos comenzado a inventariar y construir una colección para documentar la experiencia de CEISA (folletos, actas, programas de seminarios, planes y guías docentes, etc.). Poco a poco, a medida que vayamos digitalizando documentos, los compartiremos en este espacio.

Como inicio de esta labor de publicación, compartimos la guía docente editada en 1967.

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También hemos creado la entrada de Wikipedia sobre CEISA / Escuela Crítica de Ciencias Sociales.

Referencias bibliográficas

Álvarez Cobelas, J. (1992). “Los sucesos de febrero de 1965 en la Universidad de Madrid”, I Encuentro de investigadores del franquismo, Barcelona.

Aranguren, J. L. (1969). Memorias y esperanzas españolas. Taurus.

CEISA (1967). Escuela de Ciencias Sociales. Centro de Enseñanza e Investigación. Madrid (publicación no venal).

Ibáñez, J. 1990. “Autopercepción intelectual de un proceso histórico”. Anthropos, nº113.

del Águila, J. J. (2021). “La V Asamblea Libre de Estudiantes, celebrada el 10 de diciembre de 1965 en la facultad de Ciencias Económicas y los cuarenta y siete universitarios sancionados. Primera parte”, en el blog Justicia y Dictadura.

de Miguel, A. (1973). Homo sociologicus hispanicus. Para entender a los sociologos españoles. Barral editores.

Gaviria, M. (Coord.) (1968). El Gran San Blas. Separata de la Revista Arquitectura. 

Moreno Pestaña, J.L. (2008) Jesús Ibáñez. Filosofía y Sociología en Jesús Ibáñez: Genealogía de un pensador crítico. Siglo XXI.

Navarrete Lorenzo, M. (1994). “El movimiento estudiantil en España. De 1965 a 1985”. Revista Acciones e Investigaciones Sociales, 3.

Ortí, A. (2012) “In memoriam: Ángel de Lucas o la honestidad del saber sociológico”, en Sociología Histórica: Revista de investigación acerca de la dimensión histórica de los fenómenos sociales, nº1.

Ortí, A. (1996). Intervención en el Instituto Francés Madrid en el 30 aniversario de CEISA (26 de marzo de 1996). Transcripción inédita. Archivo familiar de Alfonso Ortí.

Ruiz Carnicer, M.A. (1996). El Sindicato Español Universitario (SEU), 1939-1965: la socialización política de la juventud universitaria en el franquismo. Siglo XXI.

Vidal-Beneyto (2006). «Una década prodigiosa: los años 60 entre reformas y rupturas.» Discurso de aceptación. Investidura como Doctor “Honoris Causa” por la Universitat de València a José Vidal Beneyto. Valencia, 20 noviembre de 2006.

Vidal-Beneyto (2007). Memoria Democrática. Foca.

Servicio de prensa de IG Metal/ IG-Metall-Pressespiegel für spanische Kollegen. (1968, enero 29). Resumen de prensa internacional sobre España. Unión General de Trabajadores (UGT) — Frankfurt; Centro Documental de la Fundación Anastasio de Gracia-FITEL (AGFITEL). Hemeroteca.

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